Tarde de navegación.

Continuamos con la navegación siendo parte del paisaje con esa vegetación verde característica del Languedoc. Tranquilidad, navegación. Buena temperatura. Buen vino…

Lo bueno de navegar por los canales de Francia es que puedes hacer lo que quieras. Puedes amarrar en casi cualquier punto si no es peligroso para los otros navegantes. Desde las siete de la mañana hasta las siete de la tarde puedes navegar. El resto del tiempo no se puede navegar. En un puerto, en una de las pequeñas ensenadas del canal, donde quieras.

Así como vamos avanzando para el interior del país, el clima es más húmedo y el país va siendo máis verde, menos luminoso. Pero igualmente agradable.

Pasamos cerca del antiguo tanque desecado de la Edad Media de Montady.

Ahora ya son casi las siete de la tarde y tenemos que aguardar hasta mañana. Estamos en Poilhès, otro pequeño puerto. Este es más pequeño que el anterior. Es más interesante para comprar comida y bebida el primero.

Capestang.
Capestang es un punto interesante del viaje. Tiene un porto amplio donde hay muchos yates de gente que vive en el barco. Pequeños y grandes. Algunos de hasta 33m de eslora (el máximo permitido en el canal). Son casas flotantes inclusive con jardín.

Otros con mucho color, como la ciudad. En este post pueden ver algunas fotografías con colores muy azules por un pequeño problema con la cámara de fotografía. Pero, la verdad es que la ciudad tiene unos colores característicos.

Las calles de la ciudad son muy tranquilas y como en todo el sur de Francia, las personas son muy agradables y educadas. Ese es el ambiente amigable de todas las ciudades que vamos visitando.

Un cementerio muy antiguo con un ambiente mágico.

Y, sobre todo, el primer contacto con el vino del Languédoc. Las bodegas, las vinícolas.

Los vinos de esta región son como las personas, como el clima. Agradables y fuertes. Abiertos y directos.
De Capestang hasta Ventenac-en-Minervois
Ahora, después de haber probado los primeros vinos (un cabernet sauvignon muy normal, nada especial) hemos decidido continuar la navegación porque hemos escuchado que en Ventenac-en-Minervois hay un «chateau» con un muy buen vino. Tenemos que mejorar la experiencia vinícola.

Los franceses dicen que el Languédoc es el mayor viñedo del mundo. Es cosa de la «grandeur française» porque la verdad es que el mayor viñedo del mundo está en Castilla-La Mancha, España. Pero, eso no tiene importancia. Lo importante es la calidad del vino. Si es bueno, no importa la cantidad.

Muy cerca del canal tenemos el Chateau de Cabézac, productor de vinos de la A.O. Minervois. Es muy interesante la visita, puedes degustar y comprar. Ahora sí. Ese es un punto de vino para visitar. Totalmente recomendable.
Y ahora, otro punto para un aperitivo tranquilo. Le Somail. Pero también es un buen punto (como casi toda la región) para comprar tomates, berenjenasy verduras en general. Casi todo ecológico.
Y con un buen puerto, con todos los servicios que puedas necesitar. Una «boulangerie» (panadería) y una «épicerie» muy buenas.
Los viñedos, siempre cerca nuestro para no olvidar donde estamos.

Ya estamos en el punto indicado, Ventenac-en-Minervois.
El viaje está justificado simplemente por estar aquí. Un auténtico «village» francés con el «chateau», la bodega, los restaurantes junto al puerto, el ambiente gastronómico. Una maravilla.
La visita al «Chateau de Minervois» realmente sorprendente. Sus vinos son muy conocidos en la región, pero no mucho en el extranjero. Especialmente en España, Portugal, o Brasil no son conocidos. Hemos probado un cabernet sauvignon joven y especial, un sirah mejor todavía. Compramos varias cajas. Buen precio.
Además de eso tienen una especie de «eau de vie» (aguardiente) de nombre Cartagène (un nombre no muy francés).
La verdad es que tuvimos tiempo y oportunidad para probar todos los vinos de ellos sin problema. Buena gente. Muy profesionales en el tratamiento a los clientes. Es interesante observar no sólo como tratan los vinos, también como tratan a las personas.
Después de la mañana probando vinos volvemos al yate para llevar las cajas de vino y como era día de mercado en la calle fuimos para allá. Pero, sorpresa: el mercado era de productos de pato, carne, foies, patés. Todas esas delicatessen que los franceses saben hacer mejor que nadie.

La decisión está tomada. Comer en el barco con todos esos productos del mercado y con el vino de la propia ciudad. Pasar un rato tranquilo, dormir la siesta y continuar navegando hasta que las esclusas se cierren a las siete de la tarde.

Pero la siesta se alargó y decidimos dormir en este puerto y fuimos a cenar en el restaurante al borde del canal. «Le Costelou«. Muy normal de precio y con buena atención. Lo más interesante de probar pueden ser los embutidos de cerdo, muy buenos también en la región (especialmente el salchichón).
Con su propia estatua de la libertad.
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