Oporto (o Porto, como lo llaman los portugueses) es una antigua ciudad del norte de Portugal que siempre rivalizó en importancia con la capital, Lisboa. La ciudad en sí no tiene más de 250.000 habitantes, pero el área metropolitana tiene casi 3 millones. Es decir, es uno de los principales centros económicos y culturales de Portugal.

Pero, estos datos y muchos otros de este tipo ya están en muchas web. Puedes consultar Oporto en wikipedia.

A nosotros nos interesan otras cosas. Otros datos no tan empíricos, pero no menos importantes.
Se trata de una ciudad con una personalidad propia muy marcada. Un precioso centro histórico reflejo de la larga y próspera historia de la ciudad y su entorno.

Es una de esas ciudades (como Venecia, Florencia, Sevilla, Cartagena de Indias…) que no son la capital del país, pero atesoran un gran patrimonio histórico, reflejado en su patrimonio arquitectónico y artístico. Una ciudad con carácter y con encanto.

Hoy es una ciudad hipervisitada por el turismo, pero, a pesar de esto, con una luz que sólo la puedes ver allí.

La desembocadura del río Duero (Douro en Portugal) en el Océano Atlántico parece como una herida en el cielo del horizonte por donde entra una luz única que baña la ciudad con tonos acaramelados en los lados del río.

En el margen derecho se puede pasear (Cais da Ribeira) y cenar al atardecer y contemplar la puesta de sol.
Recomiendo para eso el restaurante Porto Escondido, en una pequeña calle que se llama Rua da Lada, paralela a Cais da Ribeira, al borde del río. Lo que es el puerto fluvial. No se ve la puesta de sol desde la mesa, pero se cena bien. Primero, puedes ver la puesta de sol y, después, cenar (si eres español) o al revés si eres de más al norte.

Es un restaurante de comida internacional. Platos combinados de diversos tipos a precios relativamente asequibles. Se puede comer.

Aunque para comer (mediodía) recomiendo otro restaurante al borde del río también, pero lejos de bullicio turista. Se trata del restaurante Papavinhos. Recetas exquisitas de pescados y mariscos. Un local pequeño, con precios aceptables y un servicio espectacular. Muy bueno.

Además, por las callejuelas del centro histórico tienes multitud de bares (no como en España, más de cerveza y refrescos que de tapas) y restaurantes, pequeños, con agradables y empinadas terrazas, por las que lo mejor es que no se te caiga nada, porque puede acabar en el puerto.

Entre las muchas recomendaciones que se pueden dar de esta ciudad de habitantes educados y muy amables, está visitar el Palacio de la Bolsa, el Puente Luis I, la Torre y la Iglesia de los Clérigos, La Catedral, la Casa de la Música, la Iglesia de San Francisco, la Iglesia de Santo Ildefonso, los jardines del Palacio de Cristal, la Iglesia del Carmen…

Palacio de la Bolsa.

Iglesia de los Clérigos.

Órgano de la Iglesia del Carmen (Igreja do Carmo).

Imagen de Jesús de la Iglesia del Carmen (Igreja do Carmo).
Pasear, pasear, pasear. Cuesta arriba, cuesta abajo. A veces en llano (si te separas del río, pocas veces).

Vale la pena ir a pasear por la Rua das Flores y ver el comercio tradicional de la ciudad. Recomiendo fervientemente -para los aficionados al chocolate y cacao– visitar la tienda «Chocolataria Equador» en la Rua das Flores 28.
Y, como no, degustar los vinos de Porto y los tintos de la Ribeira do Douro, excelentes, como sus homónimos españoles, aunque con una tradición de más tiempo que la nuestra.

También recomiendo para tomar una copa de tardeo un establecimiento que se encuentra en la Rua Nova da Alfándega: Armazem Vintage Bar. Tiene la particularidad de ser un establecimiento mixto para compras (un tanto raras, antigüedades y demás) y copas en su terraza escalonada con sombrillas.

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