Los Crustáceos marisquería, Madrid.

Siempre he sido reacio -por no decir totalmente contrario- a hacer cola para entrar a un bar. Quizás aceptaría aguardar turno en un restaurante que tiene algo especial que me…...

Siempre he sido reacio -por no decir totalmente contrario- a hacer cola para entrar a un bar. Quizás aceptaría aguardar turno en un restaurante que tiene algo especial que me interesa. Pero, en un bar, jamás.

El motivo no tiene nada que ver con una postura engreída o soberbia. Es que creo que la oferta es tan abrumadoramente grande en Madrid, que me siento ridículo esperando. Tengo la impresión de que estoy perdiendo mi precioso tiempo (tan precioso como el de cualquier otra persona).

A pesar de eso, acepté hacer cola para acceder a este establecimiento: marisquería Los Crustáceos. Un bar en el barrio de Guindalera (distrito de Salamanca) al que llegué acompañado de unos buenos amigos que hacían hincapié en visitarlo porque decían que la relación calidad-precio era inmejorable y, además, iban a cerrar en poco tiempo -inicialmente a final de abril de 2025- por jubilación de los propietarios.

Así que aquí estaba yo haciendo cola en medio de la calle a las ocho menos cuarto de la tarde. Con gente por delante (como podéis ver en la foto de abajo) y gente por detrás (no pocos). Absolutamente raro. Un pequeño y anticuado bar en una calle de Guindalera donde la gente hace cola.

A las ocho menos tres minutos hacen acto de presencia los propietarios del bar, que también son quienes lo atienden. Y abren. De manera ordenada, pero impaciente, vamos entrando e intentando coger un buen sitio a lo largo de una barra de granito de las de toda la vida.

Una amiga me explicó que, cuando abren y tomamos posiciones, no puedes ponerte a pedir comida. Debes esperar a que te atiendan para servirte la bebida. Cuando ya la tienes, vienen de nuevo y -ya sí- te preguntan por lo que quieres comer. Y eso es exactamente lo que ocurrió (donde fueres, haz lo que vieres).

Nos sirvieron dobles de Estrella de Galicia y tercios de Mahou, de entrada. Acompañados de unas conchas de bígaros, que estaban literalmente vivos. Al cabo de unos minutos, volvieron y nos preguntaron por lo que deseábamos de comer.

Lo primero fueron unas nécoras, que no estaban vivas porque eran cocidas. Pero, no podían ser más frescas, carnosas y sabrosas.

Le siguieron unas zamburiñas a la plancha exquisitas.

Un plato de queso de tetilla, por si lo demás no tenía sabor a Galicia. O, quizás, para dar contraste.

Los trozos de queso son todo menos pequeños y de corte delicado. Pedazos a lo bestia. Si quieres algo más fino te vas al Ritz. Pero, el queso estaba realmente bueno y no me parece mal que, entre tanto marisco, haya algo de tierra.

Continuamos con gambón a la plancha. Realmente grande como podéis ver en las fotografías.

Otro plato de contraste y muy gallego también: empanada. La pedimos de atún y de bacalao. Excelentes las dos. La masa de la empanada es la más fina que he comido en Madrid. Me hubiera gustado saber de dónde era, pero, como podéis imaginar, no me lo dijeron.

Los «trocitos» son de dimensiones generosas, como todo lo que te ofrecen en este bar. Burro grande, ande o no ande. Del mismo modo, nos obsequiaron con unos platos de langostinos cocidos. Grandes también.

Antes del gran plato de la noche, unos lomos de sardina ahumada sobre pan tostado, deliciosos.

Para terminar (ahora sí), el plato fuerte: unos hermosos, preciosos y jugosos carabineros a la plancha. Animal que hace feliz a cualquiera. Éstos eran realmente grandes y ricos. Una maravilla de la naturaleza que acaba en tu boca haciéndote pasar el mejor momento del día.

En resumen, este local podrá parecer un tanto trasnochado o necesitado de una renovación, pero lo que se cuece dentro es, literalmente, una maravilla. Y lo que no es cocido, es decir, de plancha, es una intensa delicia. La cerveza de barril la tiran bastante bien. El vino de Ribeiro es de lo mejor.

Y, el precio, tan bueno casi como los carabineros. Aproximadamente unos 35 euros por persona en una cena bastante abundante.

Es una pena haber llegado a este establecimiento casi al momento de cerrar…Pero, parece ser que hay esperanza porque lo van a traspasar a unas mujeres que se han preparado para esto durante mucho tiempo.

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