Una excursión que tenía ganas de hacer desde hace tiempo. Conozco Murcia ciudad muy bien, pero esta visita te da una perspectiva diferente.

Sales de Murcia hacia Santo Angel y La Alberca (una de las muchísimas pedanías del municipio), atravesando una porción de huerta y te diriges hacia el Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta. Comienzas a subir por las estribaciones de la Sierra de la Cresta del Gallo, hasta llegar al santuario.

Por desgracia, no estaba abierto al público y sólo pudimos verlo desde fuera. Está compuesto de varios edificios: el principal claro, es la iglesia.


Pero, lo acompaña el Monasterio Benedictino de Nuestra Señora de la Fuensanta y, no tan religiosa, la terraza «Quitapesares«, un bar con vistas a la Huerta de Murcia con un carácter bastante lúdico, como su nombre indica.

Monasterio benedictino.

Terraza «Quitapesares».
De frente hacia Murcia, a nuestra izquierda se divisa el imponente edificio de la Casa de Espiritualidad de Nuestra Sra. de la Fuensanta.

Dejamos atrás el santuario y nos dirigimos hacia la Cresta del Gallo por una estrecha carretera (eso, sí, de un solo sentido) por las estribaciones de la sierra.


Comenzamos a divisar algo de bosque de pino mediterráneo. Tras unos kilómetros de ascenso, llegamos a una zona aplanada con un amplio aparcamiento, un mirador y una zona de juegos para niños.

Desde el mirador, puedes ver el pico de la Cresta del Gallo a tu espalda, al frente el centro de la ciudad y una parte importante de la huerta, con todas sus pedanías, pequeñas parcelas y con una gran densidad de población.



Dejamos aparcado el coche y comenzamos a andar. Un sendero nos va encaminando hacia el pico de la Cresta del Gallo. Nos adentramos en un frondoso bosque de pino, cada vez más denso y fresco.


Tras un rato (no demasiado largo) de ascenso divisamos el pico. También vemos la parte trasera de la sierra, lo que se llama el Paisaje Lunar.


Esta zona se llama así desde el tiempo de los Apolos que fueron a la Luna, porque este enclave era tan yermo como la Luna. Hoy no.

No había un árbol, ni una planta. Hoy -como podeis ver en la fotos- es uno de esos sitios donde la repoblación forestal ha tenido mucho éxito. En las zonas más altas han proliferado los pinos hasta conformar extensas áreas boscosas.



Al fondo de lo que divisamos en la primera de las tres fotos anteriores, muy cercano ya al Mar Menor, el pleno campo de San Javier y Torre Pacheco.
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