Ya llevo un tiempo en Madrid desde que vine a vivir, desde el primer paseo por el Retiro en esta etapa. Pero, lo tengo grabado en mi cerebro porque era una cosa que anhelaba desde hacía años.
Si comparo con mi infancia, está cambiado. A mí me gustaba mucho pasear y jugar acompañado de mi abuelo y llegar hasta la Casa de Fieras. Me impresionaba el Foso de los Monos. Me dejaba patidifuso cada vez que el agua tronaba, porque un hipopótamo hacía su ruido característico al borde de la superficie del estanque donde se bañaban con el buen tiempo.
Estas sensaciones son las que me vienen a la cabeza mientras disfruto de un tranquilo paseo.
Todo muy cambiado -como no podía ser de otra manera- para bien. Yo recomiendo a cualquiera -madrileño o de fuera- que aproveche y pasee por esta maravilla.

La inmensidad del parque , tanto en extensión (más de 140 hectáreas) como en temáticas, exposiciones, actos… te permite que cada visita sea para disfrutar de algo nuevo. Puedes visitar la Montaña de los Gatos, el Palacio de Cristal, las diversas salas de exposiciones dedicadas al arte.
Puedes embarcarte en el estanque central y disfrutar de un relajado paseo en barca acompañado de patos y otras barcas, hacer remo, o tomarte un refresco en alguno de los bares-terraza existentes en el parque.

Hay una gran cantidad de monumentos. Unos son históricamente relevantes, otros, grandes curiosidades, pero todos obras de arte que llenan un espacio único dedicado al sueño de un rey en su origen y al disfrute de los ciudadanos hoy.

Una década para su construcción inicial (1630-1640) en tiempos del Conde Duque de Olivares, valido del rey Felipe IV y múltiples variaciones y reconstrucciones post guerra hasta los días actuales, han servido para crear y mantener el primer parque de este tipo que se construyó en Europa. Es decir, el Retiro es pionero en las nuevas tendencias urbanísticas que comenzaron en el siglo XVII.

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