Florianóplis: experiencia personal.

El vuelo El principio de esta aventura ha sido nuestro vuelo desde Madrid. Toda una odisea porque en la capital de España el frio era intenso y sabíamos que al llegar…...

El vuelo

El principio de esta aventura ha sido nuestro vuelo desde Madrid.

Toda una odisea porque en la capital de España el frio era intenso y sabíamos que al llegar a Brasil teníamos temperaturas de verano. Lo que implica que tienes que salir al aeropuerto con ropa de invierno y quitártela en el avión y llegar con ropa de verano.

Hemos viajado con LATAM (compañía aérea brasileña) porque, entre otras cosas, dan los mismos servicios que Iberia, pero hay una diferencia en el precio de ida y vuelta para dos personas de 1500€. El modelo de avión es exactamente el mismo, los servicios son los mismos, pero el precio no es el mismo. Curioso ¿no?

Al llegar a São Paulo tuvimos a penas media hora entre desembarcar,  pasar la aduana y volver a coger otro avión hacia Florianópolis, capital del estado de Santa Catarina. En el sur de Brasil.

Cuando llegas a São Paulo (teniendo en cuenta que no hemos visto nada de la ciudad más que desde el avión) te sorprenden varias cosas.

Era de madrugada y la ciudad está con la iluminación nocturna, mucho más tenue que la de cualquier ciudad europea. En segundo lugar, te asombra la extensión de la ciudad desde el aire.

Hemos salido de una gran urbe hace unas horas, pero al llegar a esta ciudad, la extensión de la construcción te deja perplejo.

Un tema importante a considerar antes de salir es el peso del equipaje.

Seguimos con São Paulo. El aeropuerto está muy bien organizado, así como la aduana. Todos los trámites son rápidos y, en seguida, te das cuenta de que estás en el otro lado del mundo.

En algunos puntos de este inmenso aeropuerto se nota la falta de información para guiar tus pasos hacia el siguiente avión. Pero, se suple con la amabilidad del personal del aeropuerto y su buena educación en el trato a los visitantes. Muy bien este aspecto.

En el corto espacio de tiempo que tuvimos entre vuelo y vuelo, salimos a la calle y pudimos aspirar el aire cargado de humedad y ver la vegetación en los aledaños del aeropuerto. Sólo una pequeña muestra de lo que es esto.

Cogimos nuestro vuelo unos minutos después hacia Florianópolis, que se hizo cortísimo, porque vas viendo la orografía y el paisaje. Empiezas a alucinar.

Es una impresión increíble. Vas bordeando la costa casi todo el tiempo. Pasas por encima de ríos de magnitudes inimaginables para un español o un europeo. Te das cuenta de que la naturaleza es desbordante.

Infinidad de bahías, lagunas, islas junto a la costa continental, ríos, montes, todo cubierto por una vegetación más que exuberante.

Llegamos al aeropuerto de Florianópolis. Un pequeño aeropuerto equivalente a uno de los muchos pequeños que hay en España. Sales del avión por la escalera y vas andando al terminal que está a 150 metros.

El color verde empieza a desbordarte nada más bajar del avión. Se acrecenta cuando sales del aeropuerto, te montas en el taxi que te lleva a la ciudad.

Primer día

Todo en este país sorprende. Todo.

Al salir del aeropuerto empiezas a ver la vegetación de cerca. Es aún más impresionante. Piensas en las extensas llanuras manchegas secas siempre, en el Mediterráneo y sus secanos y te impacta el contraste. Hay agua por todas partes.

A medida que nos vamos acercando a la ciudad, vamos viendo las viviendas de estilo centroeuropeo, como las que puedes ver en Alemania, Austria o Suiza y te parece realmente raro.

La carretera de acceso a la ciudad es parecida a las que había en España hace 15 o 20 años, con una señalización totalmente distinta a la nuestra.

Llegamos a la capital. La primera impresión es muy extraña. La concepción de ciudad al estilo nuestro aquí no existe (es lo primero que pensé).

De pronto te encuentras con una preciosa casa estilo colonial entre dos edificios gigantes típicos del centro de Madrid.

El cableado de electricidad y de telefonía es aéreo, es decir, por medio de postes por toda la ciudad.

Pienso que es muy destartalado.

El taxista nos comenta que  nuestro hotel está en el centro de la ciudad, en una de las dos o tres calles más importantes.

Cuando llegamos, igual que nos ocurrió en el aeropuerto de São Paulo, la forma de tratar a los visitantes es amable, acogedora y servicial. Un encanto de gente.

El hotel es un equivalente a un tres estrellas español tipo apartamento. Aunque se nota que necesita una renovación, está todo bien.

La habitación tiene un saloncito previo con una pequeña cocina, con su frigo y demás. Aire acondicionado de tipo pared con la mitad dentro de la habitación y la otra mitad fuera. Pero, funciona. En Brasil el aire acondicionado siempre funciona.

Cuando dejas el taxi y entras en contacto con el ambiente, empiezas a notar otra de las diferencias importantes. La temperatura no es excesivamente alta, pero la humedad hace que el aire sea espeso, espeso. Y empiezas a sudar.

El precio de un apartamento de estos para dos personas cuesta al cambio unos 40€ por día. Aunque a nosotros, de entrada, habiendo hecho la reserva desde España, nos costó el doble.

Así que lo recomendable es hacer la reserva para pocos días en España y después contratar con el propio hotel. O si tienes el contacto, reservar directamente.

Tras descansar unos minutos, el cuerpo te pide un aseo inmediato, después de tantas horas de viaje. El baño está bien. Todo lo necesario y limpio.

La habitación-apartamento tiene  dos balcones o «sacadas» (como llaman aquí) con  vistas de casi toda la ciudad.

Cuando te duchas notas la diferencia de agua. Aquí las aguas son muy blandas y cuando te lavas, se nota el cambio en la piel. En ese sentido el agua aquí es muy buena.

De todas maneras, con los comentarios de otros viajeros con experiencia no se nos ocurre beberla por el momento.

El hotel tiene un servicio de desayuno buffet estupendo dentro del precio.

Nos vamos a ver la ciudad. Esa impresión de destartalada no sólo se mantiene, se acrecenta cuando salimos del hotel sin una dirección definida. Deambulamos por grandes calles confirmándonos que la manera de entender el urbanismo en España hay que olvidarla aquí.

Florianópolis es la capital del estado, tiene unos 350.000 habitantes y está situada una parte  en el continente y otra en una isla conectada por puentes. Por la forma de concebir el urbanismo, es muy extensa. La realidad es que no tienes en ningún momento la sensación de estar o no en el centro.

Ahora ya es mediodía y el calor es realmente fuerte y la sensación -unida a la humedad- es asfixiante.

A continuación llueve fuertemente y se refresca el ambiente. Así durante todo el día.

Observamos que la gente come en una franja horaria de las 12 a las 2 de la tarde y que los restaurantes están llenos.

Nos decidimos y entramos en uno que está cerca del hotel. Hay un tipo de restaurante que llaman «buffet à quilo». Es un tipo de restaurante en el que comes de todo lo que se te ocurra y te cobran por peso.

Hemos comido un poco de todo: ensaladas, arroz, pasta y carne. ¡Ah! La carne. La carne de vacuno es excelente. La mejor que he comido en mi vida.

Hemos comido dos personas por 28 reales, es decir por 13€ incluida el agua y la cerveza. Esto puede ser el paraíso.

Segundo día

Ayer por la noche, con el cansancio acumulado del viaje decidimos no aventurarnos y descansar.

Nuestra cena fue como un desayuno ligero.

La primera noche en esta ciudad ha sido tranquila y reparadora. Nos hemos despertado como si la hora fuera la española, es decir a las 4,30 de aquí (hay una diferencia horaria de 3 horas de reloj) y, claro, hemos vuelto a dormir un rato. Lo cual no ha venido nada mal.

A las 6,30 de la mañana ya estaba yo en pie mirando el movimiento de la gente en la calle. Esto también es un contraste: hay vida a las 6,30. A las 7 de la mañana se observa gran cantidad de gente dirigiéndose a su trabajo.

A las 7,30 estábamos desayunando en el hotel con el comedor lleno. Eso nos ha echo pensar que las costumbres  de horarios de aquí son bien distintas a lo que uno espera encontrar en un destino como éste. La impresión es que, salvo algún turista despistado como nosotros, el resto de personas que se hospedan lo hacen por trabajo.

En los desayunos del buffet del hotel encontramos variedad de zumos: de sandía (zumo que gusta mucho a la gente de aquí), de fresas, de naranja, de frutas tropicales (como no podía faltar), gran variedad de tipos de pan (todos buenos si los tuestas, si no, son chicletosos), lo tipico de los desayunos internacionales y abundante repostería a base de coco, chocolate, etc. Muy buena la repostería.

Salimos a la calle con la intención de comprobar cómo es la ciudad, pero, sobre todo la gente.

Bueno tenemos que contaros que antes de salir de España (el mismo día de salir) fuimos al consulado de Brasil a hacer una consulta de última hora. Si era o no recomendable llevar encima una cantidad de dinero importante y, de no serlo (algo que estaba claro para nosotros), qué opciones teníamos de sacar dinero en Brasil sin contar con el uso de tarjetas. El motivo era simple: si llevas poco dinero usas la tarjeta. Pero, si por un casual la pierdes o te la roban ¿qué puedes hacer?

La respuesta de este joven de nacionalidad española fue clara y simple : » No hay ningún problema, si tiene Ud. cuenta en BBVA, Santander, etc. va a encontrar una sucursal con facilidad y no va tener ningún problema en operar con su cuenta desde Brasil«. Eso no era del todo cierto. Es bastante más complicado de lo que este amable joven nos explicaba.

A consecuencia de esto, pensamos que lo primero que teníamos que hacer era localizar un banco español en la ciudad para comprobar la información, puesto que nuestra estancia en Brasil va a ser larga.

Ya paseando vamos preguntando por esos tres bancos españoles: el único que tiene presencia en esta ciudad, con oficinas al público es el Santander. Llegamos a la sucursal que hay en el centro de la ciudad (muy cerca de nuestro hotel, aunque como era el primer día dimos más de una vuelta y pensábamos que estábamos más lejos) y comentamos a un empleado la información recibida en nuestro país.

Nada más lejos de la realidad. Si quieres sacar dinero de un cajero o pagar con una visa no hay problema, pero si quieres sacar dinero de una cuenta de España en Brasil la situación es bien distinta.

Para empezar el Santander de Brasil usa los mismos logos y se llama igual, pero no es la misma entidad bancaria y no hay conexión por cuentas, lo cual hace imposible hacer eso.

Después preguntamos si podíamos abrir una cuenta temporalmente con el pasaporte y realizar una transferencia de una cuenta nuestra en el banco español a nuestra cuenta aquí. Tampoco. Los turistas no pueden tener una cuenta bancaria en Brasil. Por tanto, no se puede hacer nada en ese sentido.

Le preguntamos finalmente qué podíamos hacer y nos dijo que fuéramos al Banco do Brasil, que allí nos informarían.

Con las ganas de ver la ciudad, decidimos aparcar esa cuestión para otro día, pues aunque es un asunto importante, tampoco era de necesidad en el momento.

De todas formas, lo que si es de reseñar es que la atención ha sido diligente, educada y cordial, como cabe esperar en cualquier entidad bancaria.

Hecho esto, nos ponemos a callejear y  damos con una zona aledaña a la de los bancos con un bullicio impresionante. Estábamos metidos en la zona comercial del centro de Florianópolis.

A primera vista te da la impresión de ser una zona como el centro de Torrevieja, Benidorm o Torremolinos hace 20 años. Hemos pasado de los grandes edificios, modernos y acristalados a una zona de edificios bajos, blancos, encalados en algún momento, las calles peatonales empedradas con pequeñas piezas de mármol blanco con dibujos en negro y con mala conservación.

Pero mucha gente entrando y saliendo de los comercios, mucha gente por la calle y no se ven bares.  Extraño.

Después de deambular viendo comercios, «shopping centers», farmacias (creo que he visto hoy más farmacias juntas que en toda mi vida) y tiendas tipo «todo a 100», decidimos buscar un bar donde refrescarnos. Ya empieza a hacer mucho calor.

Efectivamente, uno de los laterales del mercado municipal y un espacio central, están dedicados a bares donde puedes disfrutar de la cerveza brasileña y de platos basados en carnes y mariscos (que a ellos les gusta llamar «frutos del mar»).

Nos hemos decidido por cervecita y camarones. Cuando me he tomado el segundo trago de cerveza me he acordado de aquella canción de los «Toreros Muertos«» que se llama «Mi agüita amarilla» , no porque me recuerde a la orina, sino porque es casi agüita amarilla. En resumen no me ha sabido a nada.

No así los camarones. Siempre se habla de que el marisco de esta zona es mucho menos sabroso. Bien, estos estaban riquísimos. Los han hecho rebozados. Parecidos a nuestros caballitos o gambas con gabardina, pero el rebozado es distinto. Es muy crujiente y poco aceitoso. Deliciosos.

Después del aperitivo, damos un paseo en dirección a la zona de los restaurantes y entramos en otro «buffet à quilo«.

La situación es la misma del día anterior: excelente comida y excelente precio. Hemos comido de maravilla por 12,5€ dos personas.

Volviendo al hotel, me doy cuenta de que estamos rodeados de edificios oficiales. Estamos en la capital administrativa del estado de Santa Catarina.

En el hotel nos comentan que la capital económica es Joinville. Una ciudad mucho más grande donde se concentran las mayores empresas del estado. La capital turística es Balneario  Camboriú.

Supongo que las visitaremos en este tiempo.

¡Ah! se me olvidaba. El café es muy bueno. 

Tercer día

Nuestro tercer día en esta ciudad ha sido realmente medio día. Porque hoy nos dirigimos a Garopaba. Unos amigos van a venir en su coche a recogernos y llevarnos a esa zona de la costa, al  sur de Florianópolis.

Así que, tal y como se perfila el día, nos vamos de tiendas. Tenía que resolver el problema de haber olvidado en España el adaptador de corriente del portátil. Uno de tipo universal estaba al mismo precio que están en España. Pero ya he aprovechado para ver precios de ordenadores (computadores aquí) y salvo que en otros comercios sea de forma distinta, en general están a un 30% más de precio.

Por lo demás, hemos visitado comercios de ropa por ejemplo. Te encuentras buenas tiendas de ropa y tiendas con buena ropa, pero hay mucho comercio con ropa  tipo mercadillo. La ropa buena es igual de cara que en España. Lo que resalta es que tienen calzado de fabricación brasileña muy bueno.

De todas maneras, hay algo que choca mucho: el calzado deportivo es muy caro y, además, los brasileños de esta ciudad se pirran por llevar unos deportivos caros.

Otro tipo de tienda que abunda es el tipo bazar a lo bestia y las tiendas de chinos. De hecho hay una cadena de tiendas que se llama «Casa China» (slogan «la tienda más completa de la ciudad») y otra cadena que se llama Millium (slogan: «tenemos de todo»).

La ciudad, en general, te da una sensación de seguridad que no esperábamos. Lo cierto es que en las zonas de mayor movimiento de personas existen cámaras de vigilancia y la presencia de la Policía Militar es abundante y tranquilizadora.

Otra impresión es que esta ciudad como nos habían dicho, al igual que el resto del estado, la mayor parte de la población es de origen centroeuropeo.

El resultado es gente con una gran educación a nivel general y con una clara responsabilidad por el trabajo.

Con esto no quiero decir que los del sur de Europa no lo seamos, vaya por delante, pero lo que es cierto es que ellos tienen una larga tradición en ese sentido.

Estos dos días y medio no dan para mucho, pero volveremos más adelante a terminar de ver que ocurre en esta ciudad en todos los sentidos y a conocer sus playas (que no son más que 47) y a dejar en este blog fotografías de todo ello.

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