En la calle del Duque de Medinaceli nº12 se sitúa un pequeño restaurante en una de esas plantas que llaman semi-sótano tan abundantes en Madrid.
Pequeño y de paredes oscuras, pero luminoso y acogedor. Las mesas son pequeñas y estrechas, pero me da la impresión de que, cuando el dueño de este local tan bien situado se calentó la cabeza para aprovechar al máximo el poco espacio del que disponía, no encontró otra solución. En cualquier caso se está muy a gusto.

Además, son de lo más agradables y atentos. El servicio perfecto.
Amén de la comida. Los diferentes platos que probamos estaban muy buenos. Pero, hay que reseñar uno del que las cuatro personas que éramos en la mesa repetimos: el solomillo de vacuno.

Presentado sobre una cama de patatas fritas (que yo realmente nunca lo hubiera presentado así) el solomillo se deshacía como si fuera mantequilla. La carne sabía a carne, aunque se deshiciera sin necesidad de masticarla demasiado.

Sólo por este plato vale la pena ir a comer a este restaurante. El precio es bastante bueno: unos 40€ por persona. Teniendo en cuenta que tomamos unos entrantes, una ensalada de ventresca de atún, dos botellas de vino de Ribera del Duero, junto con la carne para los cuatro, doble.
Nuestra intención inicial era ir a tomar el aperitivo al vecino Dis Tinto e incluir el atún rojo que preparan como nadie, pero nos encontramos que estaba cerrado (creemos que temporalmente) y después pasar al Rincón de Jose a comer carne. Ante la eventualidad, nos tomamos una cerveza en la cervecería Cervantes, que se encuentra en la otra esquina, justo en frente de la entrada a la Basílica de Jesús de Medinaceli.
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