La única pena que tengo después de haber visitado este establecimiento es que -por motivos que no vienen al caso- no voy a poder mostrar todas las fotos que hubiera querido.
Por lo demás, este es uno de esos sitios venerables. No ha cambiado nada en décadas. Ni la decoración, ni los platos, ni los camareros. Como ocurría ya hace décadas hay colas para poder comer aquí. Para disponer de una mesa (como ha sido nuestro caso) tienes que hacer la reserva con muchos días de antelación. Pero, debo decir -adelantándome a la crítica- que vale la pena tanto esperar.

Las opciones no son muchas, pero todas buenas. Nosotros hemos pedido de entrada «pulpo a feira«. Es el mejor que me he comido nunca. Y he estado muchísimas veces en Galicia y en otros establecimientos regentados por gallegos en Madrid y otras ciudades. Pero, como éste ninguno. Por desgracia, una de las fotos que han salido mal es la del pulpo.
Unos pimientos de Padrón (huérfanos también de fotografía) han entretenido nuestro paladar mientras llegaba el segundo plato (plato fuerte). Muy buenos, aunque debo decir que los he comido mejores (por poner alguna pega).

El segundo plato simplemente antológico: un codillo de cerdo a la gallega. Esto es, en su jugo, con grelos, chorizo y patatas. Buenísimo no, lo siguiente. Una maravilla gastronómica que llevan haciendo igual de bien desde hace décadas.
Creo necesario hacer un comentario en relación al pan. Pan de verdad. Ahora que la gente tiende a no comer pan, hay que señalar que cuando comes un poco (no es necesario tampoco comerse un kilo) disfrutas mucho. Es buenísimo. Pan hecho a la antigua usanza.
Y otro tanto de lo mismo se merece el ribeiro en tazas que te sirven en jarra. Muy bueno. Muy agradable y muy adecuado.
Este sitio es un templo del sabor y del saber.
Cuando tenga la oportunidad de volver, haré fotos de nuevo para complementar este post que queda cojo así (o tuerto).
Se encuentra en la calle Saavedra Fajardo 16, en la Latina.
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