Entre la plaza de Alonso Martínez y la de Bilbao, casi paralela a la calle Sagasta, se encuentra la calle de Apodaca. Calle tranquila donde las haya.

Pero, la vida del barrio pasa por las mañanas por la churrería Apodaca (en la fachada dice La Antigua). Nada más entrar en esta pequeña churrería te das cuenta del buen ambiente entre el churrero y sus ayudantes y su clientela. Muchos de ellos se conocen de siempre. Y, a los que -como yo- no conocemos a nadie, te interpelan de inmediato para saber si eres nuevo en el barrio o sólo eres un curioso más.
Lo cierto es que estoy más cerca de esto último, pero me gustaría sentirme como ellos. Hay muy buen rollo.

Local pequeñito, pero apañado. Con su buena barra y sus mesas. Los churros y las porras salen de continuo. Como debe ser. Ciertamente, a mí me ganan como cliente cuando tengo que esperar un poco a que salgan los churros y las porras, en vez de llegar y que te den de inmediato unos churros o porras fríos.

Me han preguntado si quería el chocolate ya o cuando salieran las porras y los churros. Y sí, el chocolate ha esperado a las porras y los churros, en mi poder. Cogiendo una temperatura que te permitiera tomártelo sin quemarte. Bien el chocolate. Para mí demasiado láctico, pero bueno.

A continuación, han llegado las porras. Excelentes. Quemando. Hay que esperar un poco a que se enfríen. Pero, en cuanto se podían comer, estaban crujientes. Muy ricas.

Después, esos churros más esperados. Ardiendo, recién salidos del aceite. Dorados, crujientes, perfectos. De los mejores hasta ahora (junto con los de la churrería Antonio de Vallecas).
Porras: 9. Churros: 10. Chocolate: 6. Servicio: 9. Precio: 9.
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