Primer día
Amanece un nuevo día en Asunción, Paraguay. El ojo ya está abierto para -ansioso- ver lo que pasa por aquí.

Desde la terraza del hotel, esperando la salida del sol para presenciar las primeras imágenes de la bahía de Asunción. Bahía a un río, nada de mar.

La verdad es que he tardado en ponerme a escribir los post sobre Asunción porque he tenido que meditar muy bien las impresiones.
Impresiones muy diferentes conforme han ido pasando los días.
Llegué a Asunción sábado por la noche, así que sólo pude ver las luces de la ciudad desde el taxi.
Sirva de información primera sobre los taxis que el trayecto hasta el centro de la capital, que es de unos 25 km, tiene tarifa fija de 100.000 guaraníes (unos 20€). También hay autobus, mucho más barato, pero no es muy recomendable si vas cargado de equipaje y s, además, no has tenido contacto con los buses y no te has hecho a la idea aún.
El trayecto -como he dicho- no daba para ver mucho, salvo que hay mucho contraste en el aspecto de la ciudad por barrios y que hay vida nocturna. Mucha vida en algunos barrios dedicados al ocio por los que pasas de camino al centro.
En otros no hay un alma.
Llegué al hotel y, simplemente, me fui a dormir. El personal del hotel muy amable y solícito.
A la mañana siguiente, me desperté temprano y decidí, en primer lugar, subir a la terraza del hotel para ver la ciudad despertar.

Desde la planta 18 del hotel se puede ver la ciudad en toda su extensión y, especialmente, la vista de la bahía.

El Hotel Manduará está situado en el centro institucional de la capital, cerca de embajadas, ministerios, etc. Y tiene como mayor virtud su situación y su personal.

Pasé un buen rato esperando observar como se desperazaba la ciudad. Pero, la verdad es que al final la ciudad no se despertó.

Así que decidí dejar la terraza, organizar mi equipaje, desayunar en el hotel y salir a dar una vuelta por la ciudad.
Y lo que me encontré fue lo que a continuación se ve: una ciudad sin personas. Nadie. Absolutamente nadie.

Sólo encontré en la calle Palma un comercio abierto. Un bazar de un chino muy simpático. Él me explicó que en domingo no abren ni los bares.
Tras esta primera impresión, nada positiva en el momento, decidí volver al hotel, comer allí y conectar mi ordenador para comprobar el buen funcionamiento del servicio wi-fi (que sí).
Después descansar y ver que es lo que se ve en la televisión paraguaya. En definitiva esperar al lunes a ver si esto cambiaba. En cualquier caso, se trataba de un viaje de trabajo.
Segundo día
Después de la experiencia de mi primer día (domingo) en Asunción estaba expectante de lo que me encontraría ese primer lunes y, por eso, me levanté temprano.
Ahora, la cosa apuntaba de manera distinta. Eran las 6 de la mañana y comencé a escuchar vehículos circulando. Primer signo de vida para un extranjero (o incluso para un extraterrestre que acabe de llegar).
Desde el amplio ventanal de mi habitación empecé a observar personas circulando por la calle. Esto ya era otra cosa. Hay gente.
Comienza a llover. El cielo amanece gris y poco a poco va aclarando y sale el sol. Después de un copioso desayuno tipo internacional (por si acaso) salgo a la calle.
En mi primer paseo vuelvo a circular por las calles que visité el día anterior y comienzo a observar con sorpresa (porque los españoles no paramos ni en domingo) que la vida de la ciudad es mucho más intensa de lo que -a priori- parecía.

Así que empiezo a sentirme más tranquilo. Uno empieza a conversar con la gente y te das cuenta de que es muy amable y servicial con el extranjero.

En esta visita sólo he tenido la oportunidad de conocer el centro administrativo y clásico de la ciudad, además de haber circulado en taxi por barrios de diferente tipo, pudiendo ver de pasada algunos residenciales de gran nivel (como los puedes ver en cualquier otra capital), barrios comerciales modernos (donde no hay ninguna novedad para un visitante occidental) y barrios comerciales tradicionales de la capital (estos sí, con todo el tiempo necesario o casi).

Pero, en resumen, a las pocas horas de estar en Asunción me sentía muy cómodo. Es una ciudad acogedora y abierta, donde el visitante se siente bien, salvo los domingos que, como ya me explicaron, no salen ni los perros.
Tercer día
Cuando ya llevas varios días en esta ciudad, empiezas a entender. Es una ciudad de contrastes fortísimos.
Creo que está foto de abajo lo resume perfectamente.

Es así en todos los ámbitos. Entre semana es un auténtico hervidero de gente y a partir del sádado al medio día no ves absolutamente a nadie.
Te encuentras magníficas áreas de la ciudad, como la plaza donde se encuentra el Panteón.

Y, a pocos metros en la misma plaza, te encuentras un bellísimo edificio antiguo en estado cercano a la muerte.

Un estupendo edificio moderno y un gran hotel.

Y unos edificios, en la calle siguiente, que parecen haber resistido a una guerra.

Pero, en lo que no hay contraste es en la amabilidad. La gente es amable y agradable en todos los escenarios.
Hay una arteria que cruza el centro de Asunción. Comienza en la Plaza Uruguaya. Se llama en su inicio C/. Mariscal Estigarribia, pero a partir del cruce con la C/.Yegros o con la siguiente (no lo sé muy bien) calle Independencia Nacional, comienza a llamarse Palma.
La vida del centro pasa por ser lo que hay en la calle Palma.

Entrando por la Plaza Uruguaya, en el principio de la calle Mariscal Estigarribia tienes una magnífica tienda de artículos para hípica, sombreros y demás realizados en cuero. A continuación, en la misma acera está el Café Literario, en ese momento cerrado.
Ya en la calle Palma, en la acera de la derecha te encuentras un grupo de tiendas de artesanía con cosas interesantes, como estas esculturas en madera de los dioses de alguna gente de allí.


Un poco más adelante (conforme avanzas por la calle, va en aumento), comienzan las tiendas bazar de electrónica, relojes, etc., salpicadas de puestos callejeros de vendedores de «réplicas» de firmas conocidas internacionalmente.
Ahí, el que tiene en regatear un deporte, comienza una prueba de fondo. Los paraguayos son muy comerciantes y no se hacen pesados ni te molestan, ni te faltan al respeto. Lo cierto es que se hace agradable conversar, regatear y pasar el rato en esta calle que es un pequeño parque temático del comercio (me cuentan que no es nada comparado con Ciudad del Este).
A partir de la Plaza de Juan O’Leary, se incorporan los artistas urbanos, los puestos de bolsos, gafas, ropa y un sinfín de productos en oferta.
Existen varias galerías comerciales dedicadas exclusivamente a la electrónica, donde -sinceramente- no encontré diferencia con nuestros precios en España.
Si creo que puede ser interesante para algunas personas determinados productos de artesanía, como los ponchos típicos de Paraguay (monocolores y realizados en algodón), las mantelerías artesanales (que me comentan que las mandan a España por transporte sin problema).


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