En el 94 de la calle Vallermoso se ubica este restaurante asturiano, con una fachada que no invita ni indica lo que dentro se cuece (nunca mejor dicho).
Un local un tanto estrambótico en cuanto a su distribución espacial, pero muy bien centrado en lo culinario.
Es un sitio tranquilo y agradable, aunque en un principio no lo parezca. La atención es buena aunque el camarero no fuera demasiado comunicativo.

Los platos hablaban por sí solos. Una entrada con una sopa de ajo te quita el frío si es que algo te queda. Muy al estilo sopa castellana, aunque fuera asturiana.

A continuación unos lomos de sardina marinados, acompañados de una salsa levemente ácida que hace las delicias del que las prueba.

Después, para unos, fabes con foie y boletus, que me dicen que eran espectaculares (yo no como ningún tipo de habichuela porque me sientan muy mal, y peor aún, los boletus, aunque me encantan ambas cosas).

Para otros, las carnes: una carrillera de vacuno en salsa (acompañada de patatas fritas) que no podía estar mejor; un solomillo con patatas fritas y ensalada, muy bueno y un entrecot con patatas fritas buenísimo.

Platos simples, pero perfectos. La carne a la plancha o parrilla en su punto perfecto (tal y como se pidieron) y la carrillera con una salsa inmejorable.

Los postres se redujeron a la especialidad de la casa: flan de queso. Es como una versión española más hacia flan de un panacota italiano. Muy muy bueno.

Precio: en torno a 40€ persona. Bien.
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