
Como en todos los alojamientos, menos el primero en Tánger, llegamos a un aparcamiento (éste podría ser un aparcamiento nuevo a estrenar de cualquier ciudad de Europa occidental) donde nos estaba esperando el responsable del riad junto con dos porteadores para los equipajes.

Un camino relativamente más largo que en casos anteriores, pero ha servido de primer paseo por la medina, donde ya hemos notado notables diferencias: todo limpio, todas las fachadas encaladas, la gente más tranquila…

También como siempre en las medinas, los riads tienen puertas discretas y, en algunos casos, pequeñas.

En este caso, esa puerta da paso a la estancia central, esa especie de patio con tragaluz arriba que ilumina cada planta.

En la planta baja una habitación con altura suficiente para albergar dos plantas, con camas en las dos. Además un salón donde tomar un té o esperar a los demás. Baño completo, limpio y bien atendido. Con todo lo que necesitas: champú, gel de baño, pastillas de jabón, toallas de sobra, etc.

La planta primera y segunda con tres habitaciones con baños completos.

Una tercera planta que alberga una generosa terraza donde te sirven unos desayunos impresionantes.

El responsable del riad vive en la planta de la terraza y está siempre disponible para lo que necesites, junto con una señora que le asiste.

Muy bueno, muy bonito y muy bien situado. Precio muy asequible. Más que recomendable.


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