Rabat: Historia, turismo y monumentos de la capital marroquí

Una ciudad entre tradición y modernidad Rabat, capital política y administrativa de Marruecos, es una de las cuatro ciudades imperiales junto con Fez, Marrakech y Mequinez. Situada en la costa…...

Una ciudad entre tradición y modernidad

Rabat, capital política y administrativa de Marruecos, es una de las cuatro ciudades imperiales junto con Fez, Marrakech y Mequinez.

Situada en la costa atlántica y a orillas del río Bu Regreg, frente a la ciudad de Salé, Rabat combina la herencia histórica de siglos pasados con un ambiente moderno y cosmopolita que la convierte en un destino único en el Magreb.

Breve recorrido histórico

Los orígenes de Rabat se remontan al siglo XII, cuando el califa almohade Abd al-Mumin mandó construir una fortaleza en la desembocadura del Bu Regreg, llamada Ribat al-Fath (“fortaleza de la victoria”). Su sucesor, Yaqub al-Mansur, amplió la ciudad y comenzó la construcción de la gran mezquita que debía convertirse en una de las mayores del mundo islámico, aunque nunca se terminó.
Durante siglos, Rabat fue un centro militar y comercial, especialmente durante la época de los corsarios moriscos en el siglo XVII, que encontraron refugio en la región tras la expulsión de España. En el siglo XX, con el Protectorado Francés (1912-1956), la ciudad fue elegida como capital, estatus que conserva hasta hoy.

Un destino turístico en auge

Rabat es menos bulliciosa que Marrakech o Fez, lo que le confiere un ambiente más tranquilo y accesible para el visitante. Su medina, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2012 junto con otros enclaves de la ciudad, conserva callejuelas estrechas, zocos artesanales y casas encaladas con detalles en azul.
El viajero puede recorrer la avenida Mohamed V, corazón administrativo y moderno de la ciudad, o pasear por el elegante barrio de Hassan, donde conviven edificios gubernamentales, embajadas y zonas ajardinadas.

Monumentos imprescindibles

Entre los lugares más emblemáticos que hacen de Rabat un destino monumental destacan:

  • La Torre Hassan: minarete inacabado del siglo XII, símbolo de la ciudad y vestigio de la mezquita proyectada por Yaqub al-Mansur.
  • El Mausoleo de Mohamed V: elegante edificio de mármol blanco con cúpula verde, que alberga las tumbas del rey Mohamed V y sus hijos Hassan II y Mulay Abdellah.
  • La Kasbah de los Udayas: fortaleza del siglo XII que domina la desembocadura del río, con murallas imponentes, calles pintadas en blanco y azul, y un mirador hacia el Atlántico.
  • La Medina: menos turística que otras del país, ofrece un ambiente auténtico con zocos, cafés y talleres de artesanos.
  • La Necrópolis de Chellah: recinto histórico con restos romanos de la ciudad de Sala Colonia y vestigios medievales meriníes, rodeados de jardines y cigüeñas que anidan en sus torres.
  • El Jardín Andalusí y el Museo de Artes: un remanso de paz junto a la Kasbah, ideal para disfrutar de la arquitectura hispano-musulmana.

La experiencia personal

Hemos llegado a Rabat después de haber visitado otras grandes ciudades, como Tánger, Fez, Marraquech y Casablanca y otras no tan grandes, como Chefchauen.

Cuando llegas a Rabat ya notas que el ambiente es completamente distinto. La entrada en coche la haces por grandes avenidas ajardinadas, limpias, con un tráfico de baja densidad…

Los conductores se comportan de una manera mucho más tranquila y cordial que en otras ciudades. No sientes el caos circulatorio porque en Rabat no existe. Todo es mucho más relajado. Esto es la capital del reino. La residencia real oficial. Nadie se sale de los renglones.

Llegamos a un parking, cerca del riad al que vamos, que está como recién acabado. Podría ser un parking nuevo de cualquier gran ciudad europea. Con el suelo pintado con pintura epoxi. Las líneas perfectamente trazadas, la señalización nueva e impecable.

Nada más llegar, ya aparecen nuestros porteadores, que llevarán nuestros equipajes en carros de tracción personal al riad. Todo funciona a la perfección.

Nos adentramos en la medina en dirección a nuestro riad (del que ya os daremos nuestra opinión en otro post). Ves un gran bullicio al atravesar la medina, pero, se observa una mayor tranquilidad. Lo que veíamos en el tráfico se ve también en los viandantes. Esta ciudad respira tranquilidad.

A diferencia de Marraquech y Fez, aquí las casas de la medina son blancas por fuera, totalmente encaladas (como la medina de Casablanca) y con detalles en azul, pero, lo cierto es que se ven mucho más cuidadas.

Como hemos llegado tarde, no hemos tenido muchas oportunidades de reservar en un restaurante y hemos tenido que cenar en el primer sitio a mano que tuviera buenas reseñas en internet. Hemos cenado en una pizzería de la medina. Un sitio bastante agradable, con pizzas tradicionales de las que te puedes encontrar en cualquier ciudad. Aceptables. Lo que si es reseñable es la educación, cordialidad y atención, tanto de los camareros, como de las demás personas que coincidían cenando con nosotros.

Al día siguiente nos dedicamos a la parte monumental de Rabat: el Mausoleo de Mohamed V con la Torre de Hassan, para empezar. Todo lo que rodea estos monumentos y el espacio de los mismos está limpio, perfecto.

Encuentras aparcamiento con facilidad junto a la puerta. Puedes pasar un buen rato visitando estos monumentos, desde los que divisas también el puerto, la desembocadura del río (Oued Bou Regreg) con la medina de Salé enfrente y el impresionante edificio moderno (Base vie RMR) y el espectacular Grand Théatre de Rabat.

Dimos un paseo por la kashba y continuamos en coche unos kilómetros hacia el sur por la línea de costa. Pudimos ver el impresionante cementerio y las playas del sur de Rabat.

Más tarde nos dirigimos de vuelta para el nudo de comunicaciones de Rabat, para pasar al otro lado del río y pasar un rato al borde del mar en Salé. Una zona muy moderna junto al puerto deportivo, las zonas de mariscadores y la playa, llena de gente como si fuera Torrevieja.

Aunque se diferenciaba en algo importante: en pleno día soleado de agosto, de repente, una intensa niebla entro desde el Atlántico por la desembocadura del río haciendo desaparecer toda vista del paisaje.

Por la tarde fuimos a pasear por la medina. De compras, vamos. Te sorprende mucho la diferencia con otras ciudades (especialmente Marraquech) porque, en Rabat, los precios son fijos y serios, adaptados a la realidad comercial. Vamos que, directamente, el precio de un mismo artículo está al 30% de lo que te piden en Marraquech para empezar a regatear. En esto también hay tranquilidad. Realmente puedes obtener algún pequeño descuento pero, de entrada, te sientes mucho más cómodo. Ir de compras en Rabat es mucho más relajado. En ese sentido, es la ciudad que más me ha gustado. Quizás no tengas todo lo que puedes encontrar en otras ciudades, pero, si está, es mucho más barato y la gente es mucho más amable.

Después cenamos en un restaurante que conseguimos reservar al principio de la mañana. Muy bueno. Os hablaremos en otro post.

Después de estos dos días en Rabat, nos dirigimos de nuevo a Tánger para pasar un par de días y terminar de conocerlo o conocerlo mejor y volvemos a España.

Diría que lo que más me ha sorprendido (y casi gustado) de este viaje ha sido Rabat. Aunque ya lo conocía, la evolución en estos años ha sido sorprendente.

Conclusión

Rabat es una ciudad que combina historia, cultura y modernidad, ofreciendo al visitante tanto el legado de las dinastías islámicas y el arte marroquí, como la comodidad de una capital contemporánea. Con sus monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad y su ambiente sereno, Rabat se consolida como una parada imprescindible para comprender el pasado y presente de Marruecos.

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