Marrakech: tradición, color y contraste en la perla del sur de Marruecos

Marrakech, situada al pie de las montañas del Alto Atlas, es una de las ciudades más emblemáticas y visitadas de Marruecos. Fundada en el año 1071 por los almorávides, esta…...

Marrakech, situada al pie de las montañas del Alto Atlas, es una de las ciudades más emblemáticas y visitadas de Marruecos. Fundada en el año 1071 por los almorávides, esta antigua ciudad imperial ha desempeñado un papel central en la historia política, cultural y económica del país. Conocida como la “ciudad roja” por el color de sus murallas y edificios de adobe, Marrakech ofrece una fusión única entre el patrimonio histórico islámico, la vitalidad de los zocos tradicionales y una creciente modernidad urbana.

Origen e historia

Marrakech fue establecida como capital del imperio almorávide en el siglo XI, y desde entonces ha sido escenario de diferentes dinastías, como los almohades, los meriníes, los saadíes y los alauíes. Cada uno de estos periodos dejó huella en su arquitectura, urbanismo y cultura. La ciudad desempeñó un papel clave como centro de comercio transahariano, así como lugar de encuentro entre el África subsahariana, el Magreb y Europa.

Durante los siglos XII y XIII, bajo el dominio almohade, Marrakech floreció como un importante centro intelectual y religioso, con la construcción de mezquitas, jardines y palacios. Más adelante, durante el reinado saadí, en el siglo XVI, se revitalizó con la edificación de monumentos como las Tumbas Saadíes.

En el siglo XX, Marrakech recobró protagonismo durante el protectorado francés (1912-1956), cuando se modernizó parte de la ciudad y se estableció la Ville Nouvelle (Ciudad Nueva), manteniendo sin embargo el corazón histórico intacto.

La medina: corazón histórico y cultural

El núcleo antiguo de Marrakech, su medina, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985. Dentro de sus murallas se encuentra una densa red de calles estrechas, zocos, mezquitas, madrasas, riads y plazas que mantienen la estructura urbana y el ambiente de una ciudad islámica medieval.

Uno de los lugares más emblemáticos es la plaza Jemaa el-Fna, epicentro social y cultural de Marrakech. Desde la mañana hasta la noche, esta plaza se transforma constantemente, acogiendo desde vendedores ambulantes y encantadores de serpientes, hasta músicos, cuentacuentos y puestos de comida.

La medina alberga también joyas arquitectónicas como:

Mezquita Koutubia. Foto de Daniel Csörföly.

  • La Mezquita Kutubía, del siglo XII, con un minarete de 77 metros que se convirtió en modelo para otras mezquitas del Magreb y Al-Andalus.

Madrasa de Ben Youssef. Foto de  500px.

  • La Madrasa Ben Youssef, un antiguo centro de estudios coránicos decorado con estuco, mármol y madera tallada, que refleja el esplendor artístico del periodo saadí.

Palacio de la Bahía. Foto de Val Traveler.

  • El Palacio de la Bahía, un conjunto palaciego del siglo XIX con salones, patios y jardines que muestran la refinada estética de la arquitectura marroquí.

Jardines históricos y espacios de paz

Marrakech, a pesar de su energía vibrante, cuenta con numerosos jardines que ofrecen un respiro del bullicio urbano. Los Jardines de Menara, creados en el siglo XII, se extienden junto a un estanque de riego con vistas a las montañas nevadas del Atlas.

Jardines Majorelle.

Jardines Majorelle. Foto de Tam Barnix.

Los Jardines Majorelle, más recientes y popularizados por el diseñador Yves Saint Laurent, destacan por su colorido intenso, diversidad botánica y estilo art déco.

Jardines Menara. Foto de محمد بوعلام عصامي.

Estos espacios verdes, muchos de ellos creados con fines agrícolas y espirituales, forman parte integral del urbanismo islámico tradicional, que busca el equilibrio entre la naturaleza, la vida cotidiana y la contemplación.

La ciudad nueva y la modernización

Fuera de la medina, Marrakech ha experimentado un importante crecimiento urbano y turístico. La Ville Nouvelle, desarrollada durante la época colonial, alberga amplias avenidas, cafés, restaurantes modernos, centros comerciales y galerías de arte. En los últimos años, Marrakech ha atraído inversión extranjera y ha desarrollado una infraestructura hotelera de alta gama, posicionándose como un destino para el turismo de lujo, el bienestar (con numerosos hammams y spas) y eventos internacionales.

El contraste entre el dinamismo contemporáneo de los barrios nuevos y la atemporalidad de la medina crea una dualidad característica de Marrakech: una ciudad que vive entre el pasado y el presente, entre la tradición y la innovación.

Artesanía y gastronomía locales

Marrakech es un importante centro artesanal donde se produce cerámica, tejidos, objetos de metal, alfombras y cuero. Los zocos de la medina están organizados por gremios y productos, y representan no solo espacios comerciales, sino también formas vivas de patrimonio cultural.

En cuanto a la gastronomía, la ciudad ofrece tanto cocina callejera como alta cocina marroquí. Entre los platos típicos destacan el tajine, el cuscús, la harira, la pastela y una amplia variedad de dulces a base de almendra, miel y agua de azahar. El té verde con menta es la bebida nacional por excelencia y un símbolo de hospitalidad.

Eventos y vida cultural

Marrakech es sede de diversos eventos culturales de proyección internacional, como:

  • El Festival Internacional de Cine de Marrakech, que atrae a cineastas y actores de todo el mundo.
  • El Marrakech Popular Arts Festival, que celebra la música, la danza y las tradiciones populares marroquíes.
  • Exposiciones de arte contemporáneo, desfiles de moda y ferias de diseño.

Además, museos como el Museo Yves Saint Laurent, el Museo de Marrakech y el Museo Dar Si Said contribuyen a consolidar el papel de la ciudad como centro cultural del país.

Importancia turística y patrimonial

Marrakech es uno de los destinos turísticos más importantes de África. Recibe millones de visitantes al año atraídos por su riqueza patrimonial, su clima templado, su oferta cultural y su hospitalidad. La ciudad combina una atmósfera histórica auténtica con servicios turísticos de alta calidad.

No obstante, este éxito también plantea desafíos, como la conservación del patrimonio frente a la presión urbanística y la necesidad de equilibrar el desarrollo con la sostenibilidad cultural y ambiental.

La experiencia personal

No es la primera vez que vengo a Marraquech (y espero que no sea la última). He visto como ha cambiado en los últimos 30 años.

Si ya me parecía un poco locura hace 30 años, ahora es eso multiplicado por 30, al menos. La tranquilidad que se vive dentro del riad, nada tiene que ver con lo que ocurre en la medina en torno a la plaza de Jemaa el Fna.

Marraquech es una ciudad muy grande en extensión y en población, pero la densidad de gente y el movimiento de personas, vehículos (de tracción mecánica, animal y humana) y mercancías aumenta conforme te acercas a la famosa plaza.

Pero, vayamos a la cronología de nuestra visita. La llegada a un punto de la medina donde se puede acceder en coche y aparcar. Que no es un parking como en Fez. Es una calle con un aspecto que nunca aceptarías en España, pero que en plena África debes aceptar.

El parking consiste en que hay unos señores que controlan la calle y te cuidan (de verdad) el coche. Así que aparcamos donde nos indicaron y descargamos nuestros equipajes. Para que nosotros aparcásemos tuvieron que mover otros dos coches, entre los cuales tuvieron que sacar a un individuo que estaba durmiendo en el suelo, a la sombra del coche, entre ruedas.

Al poco llego nuestra amable anfitriona con dos porteadores. Reviso y controló el pago a los vigilantes y les soltó un responso ininteligible, pero que todos creímos entender.

Callejeando tras ellos llegamos al riad (del que os daremos cumplida información en otro post. Un remanso de paz. Tuvimos una bienvenida con té moruno y dulces. Y nos fuimos a descansar del largo viaje que habíamos hecho ese día. Como nuestra estancia en Marraquech iba a ser la más larga, nos lo tomamos con tranquilidad. Esa noche no salimos más que a comprar pan y agua (y alguna cosilla más) a un supermercado relativamente cercano, que acompañamos con jamón y lomo ibérico que traíamos por si tuviéramos una urgencia…

Ya descansados, al día siguiente, desayunamos. Un desayuno magnífico, con delicias culinarias marroquíes excelentes en calidad y en cantidad: tortas tipo crêpe, otras de otro tipo que no sabría describir, más gruesas y esponjosas, miel, crema de almendras, mantequilla, té moruno, tés variados, café, pan, etc.

Nos hemos nutrido bien para la primera caminata en Marraquech. A diferencia de Fez, aquí puedes visitar la ciudad -incluida la medina- sin contratar un guía, sin riesgo de perderte. En Marraquech funciona perfectamente el GPS.

La idea era hacer un primer día relajado, sin un objetivo fijo. Ver, oler, tocar, andar…y comprar, claro, regateando. Y, así lo hemos hecho.

Es importante tomarle la medida a los precios, por lo que ya os he explicado en el post de Fez. Los comerciantes marroquíes se han empezado a acostumbrar a los turistas estadounidenses, a los que clavan como anchoas. Tienes que hacerte la idea de que los precios reales son un 70% menos de lo que te piden. Cuanto más te acerques a eso, mejor estarás comprando.

Aunque, hay que decir que, en Marraquech, también hay tiendas con precios fijos, donde no se regatea. Por ejemplo, en tiendas de ropa o de bolsos de marca, marroquí. Que las hay muy buenas en Marraquech.

En general, la calidad de todo (a excepción de esas tiendas que os he dicho) hay que revisarlo con minuciosidad y estar muy pendientes de que, en el último momento, no te cambien tu prenda o tu objeto.

Hay muchos comerciantes honestos, pero -por desgracia- también hay de los otros…

Con buen ojo se pueden comprar muchos bolsos, sandalias, zapatos de buena calidad a muy buen precio. Que es lo que hemos hecho. De hecho, he empezado a pensar que no sé cómo vamos a meter todo en el coche, cuando aún nos queda pasar por Casablanca y Rabat.

El segundo día en Marraquech hemos decidido dedicarlo a lo monumental. Ha sido un fracaso relativamente, porque la mayor parte de los monumentos estaban en obras de conservación. Aun así, ha valido la pena.

Hemos podido ver el minarete de la mezquita Koutubia desde la explanada, también conocido como parque Koutubia.

Las calles de la kashba en Marraquech.

Las calles de la kashba en Marraquech.

Las calles de la kashba en Marraquech.

Después nos hemos dirigido a la kashba con la idea de visitar varios monumentos. El primero era ver (por fuera, claro, en Marruecos sólo puedes visitar una mezquita: la de Hassan II en Casablanca) la mezquita de la kashba, pero estaba en obras.

La mezquita de la kashba de Marraquech, en obras.

Tienda en la mezquita de la kashba de Marraquech. Aprovechando la obra.

Lo siguiente era el Palacio el Badi, también en obras. Sólo hemos podido rodearlo.

Palacio El Badi. Foto de Bjørn Christian Tørrissen.

Palacio El Badi. Cerrado por obras.

A continuación nos hemos dirigido a las Tumbas Saadíes.

Tumbas saadíes.

Tumbas saadíes. Abiertas con obras.

En parte en obras, pero se podían visitar.

Tumbas saadíes.

Tumbas saadíes.

Realmente hay partes impresionantes, pero debo decir que lo que te cobran por la entrada me parece absolutamente desproporcionado: 100 dirhams (o sea 10 euros) que sólo puedes pagar en dinero, nada de tarjetas.

Tumbas saadíes.

Tumbas saadíes.

Tumbas saadíes.

Esa es una constante en Marruecos: en todos los monumentos se paga y se paga en dinero contante y sonante. ¿Por qué será?

Madrasa de Ben Youssef. Exterior.

Madrasa de Ben Youssef.

Madrasa de Ben Youssef.

Siguiente visita: madrasa de Ben Youssef. Quizás la visita más tranquila y apacible de las que hemos hecho en este día. Realmente bien conservada.

Madrasa de Ben Youssef.

Madrasa de Ben Youssef.

Madrasa de Ben Youssef.

Madrasa de Ben Youssef.

Madrasa de Ben Youssef.

Una maravilla del arte marroquí. También se pueden ver las puertas de baja altura y las pequeñas estancias para los estudiantes, como en Fez.

Madrasa de Ben Youssef.

Madrasa de Ben Youssef.

Madrasa de Ben Youssef.

Madrasa de Ben Youssef.

Después de eso, nos fuimos a comer, cerca de la plaza de Jemaa el Fna. Un sitio del que os hablaremos en un post sobre dónde comer en Marraquech.

Plaza de Jemaa el Fna.

Por la tarde el grupo se dividió. Unos fueron a ver el Jardín Majorelle y el museo de Yves Saint Laurent y otros -que ya lo conocíamos, volvimos a la medina de compras.

Por la noche fuimos a cenar a un restaurante libanés del que os hablaremos en el post de gastronomía.

Plaza de Jemaa el Fna.

Plaza de Jemaa el Fna.

Después fuimos a la plaza de Jemaa el Fna. Y es por la noche cuando la famosa plaza muestra todo su esplendor. Es el momento en el que hay más personas allí. Es increíble la cantidad de gente que puede llegar a haber.

Plaza de Jemaa el Fna.

Plaza de Jemaa el Fna.

Plaza de Jemaa el Fna.

La oferta de puestos de comida es muy grande. Pero, también de espectáculos de danza, de música de encantadores de serpientes (cobras sin colmillos), de monos atados con cadenas, etc.

Plaza de Jemaa el Fna.

Plaza de Jemaa el Fna.

Plaza de Jemaa el Fna.

Dicen que es muy bonito ver el atardecer desde una de las terrazas de los bares y restaurantes de la plaza, pero en esta ocasión no fue posible porque una extensa calima cubría la ciudad. Del mismo color que sus muros de adobe. Pero, pudimos acceder a una terraza de una cafetería con una amplísima vista de los tejados de la ciudad.

Tras estos dos días, hemos llegado a la conclusión de que no va a ser posible que visitemos más monumentos, pero que tenemos ante nosotros un parque temático sobre la vida de estas personas, de las compras y el regateo, por lo que nos vamos a entregar totalmente: el tercer día lo hemos dedicado a pasea por las calles de la medina y visitar tiendas de todo tipo.

Y a comer.

Conclusión

Marrakech representa el alma múltiple de Marruecos: es al mismo tiempo una ciudad sagrada, una metrópolis turística, un centro artesanal y una puerta entre culturas. Con su medina laberíntica, sus jardines silenciosos, su riqueza artística y su vibrante vida urbana, sigue seduciendo a quienes buscan conocer no solo un destino exótico, sino también una ciudad con profundidad histórica, identidad propia y una capacidad notable para reinventarse sin perder su esencia.

0 comentarios

OTROS ARTÍCULOS

Comer en Marraquech (1). Restaurante Limoni.

Comer en Marraquech (1). Restaurante Limoni.

Es inevitable: la cocina italiana tiene éxito en todas partes. Aquí, en Marraquech, una ciudad tradicional marroquí y, por supuesto, muy internacional, también hay italianos. Como todos los edificios en las medinas (salvo los religiosos) muy poco aparente. Una puerta...

Comer en Casablanca, Marruecos (4). Pastelería Maryliz.

Comer en Casablanca, Marruecos (4). Pastelería Maryliz.

Para quien disfrute de la pastelería marroquí, le recomendamos que visite la pastelería Maryliz Délices. Está ubicada en la esquina de la calle Boulevard Hassan I con Rue Abou Soufiane. Justo al lado del Hotel Kenzi Basma. Es una pastelería tradicional de la ciudad....

Comer en Casablanca, Marruecos (3). Restaurante Luigi Maârif.

Comer en Casablanca, Marruecos (3). Restaurante Luigi Maârif.

Otro momento de cocina europea. En este caso italiana. Situado en la Rue de Normandie, casi esquina con la Rue Ibnou Yaala el Ifrani (una paralela a Boulevard D'Anfa). Es una zona moderna, fácilmente accesible andando o en taxi. Es una establecimiento moderno del que...