Dos amigos (que no se conocen entre ellos) me recomendaron comer en este restaurante. Ambos decían que es una maravilla. Uno de ellos, amigo personal del propietario, llamó a hacer la reserva por mí.

Llegué con tiempo para dar un paseo por la localidad. Campaspero es un pueblo pequeño y tranquilo. Muy bonito y muy cuidado. Te sorprende lo muy cuidado que está y la tranquilidad de sus calles. La gente vive tranquila. Pero, no ociosa.

Tuve la suerte de departir un rato, previo a la comida, con el dueño y con el cocinero, en la barra. Muy agradables. Nada que ver con el estereotipo que se dice del castellano medio, más bien cerrado en la comunicación (aunque yo no lo he visto nunca).

Ya en la mesa, me dicen que no pida nada más, que con el cuarto de lechazo que me van a servir es suficiente. Me sirven un servicio de pan: una torta de aceite de la zona. Una maravilla de la que me comí dos piezas mojando aceite de oliva mientras llegaba el lechazo.

No me pude resistir y pedí un plato de queso curado. Excelente.

Y llego la criatura. Por el aspecto y el aroma ya sabía que malo no iba a estar. Parece mentira que una cosa tan simple (en lo que a ingredientes se refiere) pueda llega a estar tan bueno y tener tantos matices de sabor.

Como ya han dicho algunas personas (algunos afamados chefs), posiblemente, sea uno de los mejores lechazos del mundo. De auténtica locura.

Lechazo churro auténtico. Y fuego de horno de leña. Nada más.
Sólo añadir que el precio está más que justificado. De hecho, no me pude aguantar y me llevé un cuarto para tomar en casa.
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